Los Bandídez by Siri Kolu

Los Bandídez by Siri Kolu

autor:Siri Kolu [Kolu, Siri]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


El texto había sido pintado a mano en una sábana blanca. No había nadie en la entrada vigilando, a pesar de ello se me pusieron los pelos de punta de la emoción.

—Genial —sonrió de contento Kaarlo el Feroz—. Si viviera aquí y viera ese letrero, me largaría pitando de la ciudad. Aún estábamos en la entrada. Delante de nosotros, una caravana intentaba pasar y Hilda hizo que el motor rugiera para despertar miedo en el conductor del vehículo.

—Pero, oye, ¡que no somos representantes de una red de marketing! —chilló Kalle cuando atravesábamos la entrada.

—No, ni tampoco asesores de impuestos —añadió Hilda, tratando con esfuerzo de abrirse camino y encontrar el mejor sitio para aparcar la furgoneta.

—Sí, parece que lo han cambiado porque el año pasado se pasó por aquí toda clase de gente preguntando algo sobre deducciones de impuestos por contratación de ayuda doméstica —dijo Pete Dientesdeoro.

Por la manera tan cuidadosa con la que lo pronunció, comprendí que para él esas palabras suponían un enorme esfuerzo.

—Si cada año hay un letrero diferente, ¿cómo sabemos si realmente no serán representantes de una red de marketing? —preguntó Kalle.

—Bueno, asómate por la ventanilla, cariño —contestó Hilda con ternura—. ¿Te parecen esos tipos representantes de una red de marketing?

Nos asomamos por la puerta lateral. En un enorme campo de grava había aparcadas una treintena de furgonetas y caravanas. Alrededor de cada vehículo andaba atareado un grupo de bandidos, montaban sillas de jardín, ajustaban el techo de las tiendas de plástico, los más terribles llevaban su propia valla antirruido, que empezaban a armar alrededor de su vehículo. Los que ya habían montado el campamento estaban sentados en el borde de las sillas de playa mirando fijamente a los demás.

En mi vida había visto una colección de coches más siniestra. Una de las furgonetas estaba pintada con llamas, otra tenía unas escaleras en el techo y por ellas subía tanta gente como otros tantos montaban el campamento abajo. En la cubierta de otra furgoneta sobresalían unas enormes tenazas sujetas por un soporte.

—Con esas al parecer se puede cortar cualquier cerca de hierro —dijo Kalle después de merodear un rato junto al coche de las tenazas, antes de que un enorme calvo se acercara a ahuyentarlo.

—Idiotas —bufó Hele—. En los bosques de Savonia cualquier cosa les vale ahora. Esas tenazas son del todo ilegales. Es que, cuando van con esa clase de tenazas por las carreteras nacionales, están pidiendo a gritos que los persiga la policía. No, hermanito, la cosa es así. Un coche bandido en condiciones es completamente invisible (tiró de la cadena y sacó por la trampilla la bandera bandida ondeando al viento), elegante (golpeó el costado) y lo suficientemente duro a la hora de acelerar. No se necesita nada más. El resto es solo mala conciencia.

Dijera lo que dijera Hele, la cadena de Barbies colgadas en las ventanillas laterales le infundía a la furgona una buena dosis de credibilidad.

—Pues sí, la reunión general empieza ya hoy por la noche —anunció Kaarlo el Feroz al regresar a la furgoneta.



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